Leo con sorpresa como hay usuarios premium de Spotify que se han dado de baja (de momento, solo uno, el que ha armado todo este revuelo) o que, según algunos medios significados política y socialmente como El País, planean hacerlo como consecuencia del apoyo que esta empresa, la más importante en streaming musical, ha decidido prestar a las Jornadas Mundiales de la Juventud que se celebrarán en Madrid del 16 al 23 de agosto del presente año.
Está claro que cada uno hace con su dinero lo que le apetezca. Que una persona quiere darse de baja del servicio premium de Spotify, no quiere beber Coca Cola, Mahou o San Miguel, no viajar en el autobús de Madrid ni en Iberia, sacar sus ahorros del Santander, cambiarse de compañía para no estar en Telefónica o Endesa... pueden hacerlo, faltaría más. Todas esas firmas patrocinan la JMJ11... bueno, todas no: Spotify no. La empresa sueca es Media Partner, es decir, que presta su apoyo a la difusión del evento, que emite publicidad promocional, como ya hiciera con otras campañas de Cruz Roja, por ejemplo.
La causa de este revuelo es nímia (un solo usuario), la razón peregrina y las consecuencias prácticamente nulas. Algunas voces discrepantes en las redes sociales y poco más. Debe ser que en el servicio premium, que no está al alcance de todas las economías, no se escucha ni el promocional de la JMJ ni ninguna otra publicidad puesto que por eso es por lo que pagan los usuarios: POR NO ESCUCHAR PUBLICIDAD!!!
La censura que algunos quieren realizar con la comunidad de creyentes más importante de este país recuerda más al ahora idolatrado régimen chino o a la Cuba castrista que a una democracia consolidada. Cada palo con su velita... y pobre velita a la que le toca un palo tonto!
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