domingo, 24 de junio de 2012

La Feria de mis mayores


Artículo publicado originalmente en la Revista de la Cadena COPE para la Feria 2012

Aunque Badajoz cuenta con Feria desde hace casi ocho siglos, cuando en 1255 el rey Alfonso X el sabio concedió tal honor, no fue hasta el primer cuarto del siglo XX cuando las fiestas pacenses se trasladaron al mes de Junio, para hacerlas coincidir con la festividad del Patrono oficioso de la ciudad, San Juán, en detrimento del Patrón oficial, San José.

Concretamente fue en 1925 y bajo el mandato como Primer Edil de Antonio del Solar y Taboada cuando se celebraron las primeras Ferias y Fiestas de San Juan, con un programa de actos compuesto por diversas actividades deportivas, tres festejos taurinos, circo al aire libre, con combates de boxeo incluidos, verbenas y actuaciones musicales en el templete de la Plaza de San Francisco y casetas, tómbolas y atracciones en la Plaza de Minayo.

No era una época fácil para España, en general, ni para Badajoz en concreto: la Guerra del Rif llegaba a su momento culminante con la reacción de la “Dictablanda” de Primo de Rivera a la inervención francesa en el conflicto. Sin embargo, el 17 de mayo se había levantado el Estado de Guerra en todo el territorio nacional, lo que propició que la Feria se celebrara amparada en el restablecimiento temporal de las libertades. A decir de los cronistas, la Feria tuvo gran participación popular en todos los actos y, en especial, en las corridas de toros que despertaron una inusitada espectación al suponer el debut de Ignacio Sánchez Mejías en las plazas de la región y la vuelta de El Pasmo de Triana, Juan Belmonte, a tierras extremeñas.

Como prolegómeno a las festividades el 21 de Junio se recibió con todo lujo de honores la estatua que debía presidir la Plaza de San Juan, denominada por aquel entoces como De la Constitución. La estatua representaba (y representa) al insigne pintor pacense Luis de Morales, en una obra del escultor extremeño Gabino Amaya, sufragada por suscripción popular.

Desde entonces, 86 ediciones de nuestra Feria que han vivido cambios en la ubicación, apogéos, declives y posteriores resurgimientos, derroches y recortes... pero sobre todo las ganas de diversión por parte de la ciudadanía, aunque sea por unos días, para celebrar la llegada del periodo estival.

Adios, Mr. Trololó


Artículo publicado originalmente en Iglesia en Camino, el 17/06/2012

El pasado día 4 de Junio, en una clínica de San Petersburgo, moría Eduard Anatolyevich Jil, cantante ruso, natural de Smolenko, conocido por su trasliteración al inglés, Edward Khil. Rara vez hemos tenido la oportunidad de disfrutar de las estrellas de la canción rusas, más allá de los Coros de Remeros del Volga, algún que otro éxito en Eurovisión y, últimamente, los grupos de chicas. Pero el caso de Jil (o Khil) es especial. Durante años no pasó de ser una celebridad local en la Unión Soviética (que ya es decir, con un público potencial de más de 250 millones de personas), afecto al régimen (tampoco había más posibilidades) y que se distinguía por éxitos populares interpretados con su profunda voz de barítono. Una vez abandonada la carrera musical propiamente dicha se dedicó a la enseñanza en la Academia Teatral de San Petersburgo, aunque en los 90 regresó al mundo del espectáculo en cafes y pequeños escenarios.

Pero a Eduard la fama mundial le sorprendería en 2010, con la publicación en YouTube por parte de algún admirador de una vieja canción interpretada en la televisión estatal rusa en 1976. La canción en cuestion llevaba el sugerente título de Me siento feliz, estoy volviendo a casa y había sido compuesta por Arkady Ostrovsky en música y letra. Y precisamente con esto último llegó el problema. La canción hablaba de un cowboy que volvía a su rancho en Kentucky tras semanas conduciendo ganado por las praderas. El vaquero imaginaba como sería el reencuentro con su amada, el descanso con su familia y el calor del hogar tras su llegada. Al comisario político de turno en la televisión rusa no debió parecerle correcta esa letra para los oídos de los soviéticos de la era Brezhnev con lo que se fueron quitando y quitando párrafos y sustituyéndolos por juegos vocales hasta que la canción quedó unicamente de esa manera: sin letra alguna y con la expresividad de Khil como única manera para conectar con la audiencia.

En unos pocos días el video se convirtió en uno de los más visitados de la red y el más compartido en las redes sociales. A Eduard se le bautizó como el señor Trololó (onomatopeya de los juegos vocales que realizaba el intérprete) y cómicos de todo el mundo le parodiaron. Khil volvió a realizar grandes actuaciones, fue requerido por programas de todo el mundo y alcanzó aún más fama que en los años en los que fue nombrado Artista del Pueblo de la URSS, tan solo superado quizás por Muslim Magomayev, la gran voz de Rusia, denominado el Sinatra soviético. Una prueba más del poder de internet que un servidor quería compartir con ustedes. Si no han visto nunca a Khil en acción, reproduzcan el vídeo adjunto y prearense a disfrutar.