lunes, 12 de junio de 2006

Lluvia

¡Qué falta hace la lluvia! ¡Qué bien le viene este agua pa las aceitunas! Si a mi me parece estupendo que llueva. Si sé de sobra que es una bendición para nuestro campo y por ende para todos nosotros. Si es verdad que hace mucha falta y que nos estamos convirtiendo en Sahara de Arriba. Pero lo que no aguanto es esa tristeza que tiene un día con lluvia.

Pero no iba a volver a escribir en este blog para referirme tan solo a cuatro gotas (aunque no descarto un artículo algún día). Lo de lluvia viene por Lluvia Pérez, la directora de cortos del universo Homo Zapping. A mí, este esperpento me suena bastante. Estos últimos días, además, le han debido dar algún premio o algo así porque la he visto, con gafas de pasta blanca (ella, no yo), subida en un atril con un par de bustos de uno de nuestros más excelsos pintores, cuyo nombre no repetiré porque es de premio. Esta Lluvia tan real (Coixet, creo que la llaman) es pequeña, peluda, suave; tan blanda por fuera, que se diría toda de algodón, que no lleva huesos. Sus películas interesan a tan poca gente como las de la ficción. Aburridas, carentes de ritmo, imbuidas en una atmósfera seudointelectual que rezuma aromas de alcanfor y kirsch añejo, del del mueble bar de la abuela. Dicen que la más pujante directora del cine español y sin embargo sus rodajes están repletos de actores ingleses, italianos, portugueses. Que para encontrar un español o española hay que recurrir a imdb. Y su último largometraje está rodado integramente en inglés. Eso es el cine español.

El cine español está en crisis. Pero no una crisis de espectadores que, empecinados en la ignorancia, se nieguen a comprar entradas para ver la vida de unas putas o el misterio de unos lagartos. Es una crisis de identidad. Se vive más pendiente de lo que diga el más prepotente de los críticos de cine que de lo que interese al espectador. Berlanga parece de otro país. Recordar a Bardém (al bueno) es de mal gusto. Cuerda tiene que abandonar de vez en cuando su hilarante surrealismo para ser reconocido. Amenabar se pierde en las sendas de la sensiblería en perjuicio de su espactacular ritmo para el suspense. Almodovar se va de la Academia para que no propiciar odiosas comparaciones. Al que llena una sala más de la cuenta se le reprime, ignora y calumnia. Que se lo digan a Bajo Ulloa o Alex de la Iglesia. Al que adquiere relevancia en otros circuitos que no sean los de siempre se le margina. Que se lo digan a Segura o Garci. Y mientras tanto Lluvia ganando premios. País.

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