lunes, 13 de enero de 2014

Simpático pero hijo de puta


Los tres asistentes entran en la habitación del Brillante Camarada acompañados cada uno de una pareja de jovencitas camareras. Mientras uno de ellos despierta al Líder Supremo con una pluma perfumada con aroma de azahar, las seis chicas preparan el agua para lavar, afeitar y refrescar su rechoncho rostro. Es el asistente más fornido el que ayuda a vestirse al tirano mientras que el otro, el de las gafas tipo Lenon, es el que lee los actos programados para ese día. Un ritual que sigue mientras el cortejo matutino atraviesa los pasillos que conducen al comedor. La voz del Lenon Coreano solo es interrumpida cada cierto tiempo por el sonido de tacones chocando. Los guardias están obligados por mandato a hacer resonar sus botas al paso del dictador, pero ellos, además, compiten por ver quien lo hace más fuerte y cual provoca el golpe más sonoro. En el comedor presidencial le espera Ri Sol-ju con su eterna sonrisa. Kim Jong-un se sienta tras dar un beso en la mejilla a su esposa y otro en la frente a Kim Ju-ae, la hija de ambos, sentada en el medio de la mesa. Todo ha quedado en silencio en el comedor. Ni siquiera uno de los camareros se atreve a espantarse la mosca que se le ha posado en la nariz. Todos miran, absolutamente inmóviles, la señal del Líder que llega con el movimiento torpe de una mano, sin gracia, sin estilo, pero es la que desencadena todo: el desayuno es servido.

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