Que la Liga de Fútbol Profesional es una de las competiciones deportivas más seguidas del Mundo Mundial no lo pone en duda ni el Fiscal del caso Noos. Pero tampoco nadie puede poner en duda que sus dirigentes parecen empeñados en cargarse esa popularidad por la vía rápida. No me refiero solamente al bipartidismo al que nos obligaban antes de la llegada de Simeone al Calderón, también es notorio que el ramillete de horarios jalonando las tardes y mañanas desde el viernes hasta el lunes no hace ningún bien al interés del espectáculo.
Pero lo que ya supone una cortedad de miras tremenda es la hora escogida para algunos encuentros. Eso de empezar un partido a las nueve, nueve y media o diez de la noche, en plena estación estival es condenar a las gradas a sufrir las inclemencias del tiempo directamente ya que pocas nalgas van a posarse sobre ellas. Peor tampoco en casa. Yo si que veo los partidos del Atléti sean a la hora que sean. Incluso me he levantado a las tantas para ver los de pretemporada por esos mundos de Dios. Pero tengo un atletiquino en casa con 7 años que cuando el equipo colchonero juega en domingo va corriendo a mirar la hora ya que sabe que, empezando a las 21 h. y teniendo él que entrar en clase doce horas más tarde, se va a tener que ir a descansar sin terminar siquiera la primera parte. En cope, con partidos a las 22:00 h. entre semana pasa tres cuartos de lo mismo.
Eso si, la Champions la ve. Se acuesta un poquito más tarde de lo habitual, pero lo ve. Cosas de una competición bien organizada.
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