Mi hijo juega en el CD Badajoz. Para mi es todo un orgullo verlo vestido de blanquinegro. Pero todavía me siento más orgulloso de que mi hijo tenga la oportunidad de aprender todos los valores que puede proporcionarle el deporte (y más concretamente el fútbol) de la mano de sus entrenadores y compañeros. Tiene cinco años y, ahora mismo, lo más importante es que se divierta, se eduque y comience a tener un hábito deportivo que pueda acompañarle durante toda su vida. Juegan partidos, si, pero en una liga no federada y en la que la competitividad no debería ir más allá de el prurito por hacerlo bien y recibir, si acaso, el premio de la victoria.
Recientemente jugaron un partido de esta competición como visitantes. Era ya la segunda vuelta y conocíamos la behemencia de los entrenadores rivales, así como la manera que tenían los padres de "animar" a sus hijos. Al ser una competicion no federada el árbitro lo aporta el equipo que actúa como local. En esta ocasión fue el coordinador del club. Hay que decir que este equipo goleó al de nuestros hijos en la primera vuelta y se supone que los nuestros tendrían pocas opciones. La sorpresa llegaba prácticamente desde el primer minuto con nuestros chicos muy metidos en el encuentro y acosando la portería rival, demostrando todo lo que han aprendido desde aquella derrota. La cara del entrenador local, que en el otro partido no dejó de celebrar con exagerados saltos y aspavientos cada uno de los goles de su equipo, era todo un poema. Cara que vino seguida de voces e insultos a sus propios jugadores, recuerdo, niños de cinco años como mucho. "¿Tú eres tonto?", le espetó a uno. "Como te vuelvas a chupar el dedo no te saco más", amenazó a otro. Absolutamente lamentable.
Como lamentable fue la actuación del árbitro que pitó el final del primer cuarto (de diez minutos) casi un minuto antes ante la presión que los blanquinegros ejercían sobre la portería de su equipo. Algo que repitió en el segundo y tercer cuarto, no así en el último y definitivo que, al llevar el CD Badajoz una ventaja de un gol por aquel entonces, duró trece minutos (justo hasta que los visitantes marcaron el segundo). Pero no solo el cronómetro le fallaba al "colegiado" circustancial: recriminaba a los jugadores del CD Badajoz que no sabían sacar de banda, pitaba faltas cuando sacaban el balón limpiamente y mantenía constantes discusiones con los entrenadores y los padres cuando le afeaban su conducta. Hasta tal punto fueron esas discusiones que quiso terminar anticipadamente el encuentro cuando se habían disputado solamente cinco minutos del último cuarto, curiosamente coincidiendo con una serie de cinco o seis ocasiones consecutivas de los nuestros e incluso cuando había habido un claro penalti que él, por supuesto, no vió.
Sinceramente, a mí me importa poco el resultado en estos partidos de miniprebenjamines. No suelo contar los goles sino las sonrisas en la cara de mi hijo. Es vergonzoso ver a mayores que deben ser responsables comportándose de esta manera con criaturas de cinco años que solo deben estar pendientes del balón y de pasarlo bien.
No quiero decir el nombre del club rival por respeto a los niños y por cariño a algunos de sus directivos, en especial su presidente, que poco o nada deben saber de como se comportan los responsables de sus equipos más de base. También hay que decir que la mayoría de equipos de esta competición se comportan con normalidad y que, salvo algún otro entrenador con vocación de abroncador, los entrenadores y responsables demuestran el cariño por el fútbol y por los niños.
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