Eres ya más que mayor de edad... y te siguen tratando como a un niño. Se creen que eres caprichoso, irregular, inmaduro, inconstante, iluso... Y no saben que eres un soñador, un romántico, un idealista. Fuiste la afición de unos estudiantes y así llegaste a tu primera final. Hiciste la mili en Aviación y nunca te hartas de contar batallitas de aquel tiempo en el que fuiste campeón por vez primera. Dejaste tu casa para irte a una junto al río y allí, de la mano de un cántabro y de las botas de un pacense y un sabio madrileño, viviste tu época dorada, culminada con un balón dorado en el 74. Y tuviste que soportar que tus hijos más famosos, los que que más gritaban, los más ostentoreos se fueran riendo de tí. Queriendo convertirte en un viejo inutil. Y que los hijos de éstos, tu nietos, quieran aprovecharse del respeto que todavía da el nombre del abuelo, el que le hace todavía irse alguna noche de Copas (y a tí, a pesar de tus años, no se te caen). Un día tus nietos se habrán gastado todo el dinero de tu pensión y te dejarán en paz. Será cuando hagas como Merlín y des la vuelta al curso de tu vida para vivir de nuevo la juventud gloriosa del equipo con la mejor y más fiel afición del mundo, la leyenda del club que es mucho más que un sentimiento representado en una camiseta con rayas rojas y blancas: el Atléti. Forza y Felicidades, Atlético de Madrid.
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