Hoy me he tomado una caña en La Marina. Aunque a muchos pueda parecerle un imposible, era el primer bar que pisaba desde la entrada en vigor del nuevo reglamento antitabaco, la Ley Schellenberg-Pajín. Con el primer sorbo de la cerveza y la posterior degustación de los chipirones en salsa americana, tonto de mí, saqué mi paquete de Pall Mall del bolsillo izquierdo de mi chaquetón de cuero. Abrirlo, posar mis dedos sobre uno de los cigarrillos y que todas las miradas del bar se centraran en mí fue todo uno. Me sentí en la escena final de una película de acción, justo cuando todos los lasers de los rifles de la policía apuntan al torso y la cabeza del malo. Yo era el malo, por supuesto. Afortunadamente para mí, recordé a tiempo la reglamentación vigente, guardé el paquete de tabaco y las armas dejaron de apuntarme.
No sé bien qué pretende esta ley. Tampoco sé lo que pretende la Ministra de los Morritos animando a denunciar a los fumadores por sus propios compañeros de trabajo o a los locales infractores por los que querrían ser infractores. Cierto es que fumar (aparte de un placer) es una de las principales causas de muerte por cáncer. Cierto que los fumadores pasivos, por lo visto, tienen también las mismas consecuencias. Pero... ¿a alguien se le ha obligado alguna vez a entrar en un bar o en un recinto dónde se esté fumando? Puedo comprender como intorable encontrarse en un Ministerio a un funcionario fumando cuando vas, por ejemplo, a presentar tu declaración sobre la renta, o que un médico pase consulta en un Centro de Salud con un Montecristo en la boca. A fin de cuentas son lugares donde la gente tiene que ir por obligación. También comprendo que el dueño de una tienda prohiba fumar por la mala imagen y por las molestías que se puedan ocasionar a sus futuribles clientes. Pero lo que no entiendo es declarar los locales de hostelería como "espacios libres de humos" (!?) cuando sus propietarios no lo quieren así, sobre todo porque entienden que será mucho peor para sus negocios.
El afán intervencionista de este gobierno llega hasta este punto: dictar cómo tiene un empresario que reservar su derecho de admisión. Y no hablo de el gasto que tuvieron que hacer muchos de ellos para adaptarse a la anterior ley. Millones en mamparas, tabiques, extractores... Sencillamente increíble.
Me cuentan que muchos bares van a cerrar y que abrirán en el mismo lugar y con parecido nombre "Clubes de fumadores". Espero que los intrasigentes no quieran entonces entrar a tomarse un café en un ellos. Supongo que los propietarios de esos negocios podrían entonces reservar su derecho de admisión. Aunque si tienen éxito, no se preocupen, la de los Morritos volverá a firmar una nueva ley, prohibiendo entonces fumar en los CDF. Sería como no dejar a los cristianos rezar en las Iglesias... Uy! Que esto ya lo han hecho!
Camarero, tiene fuego... en las pestañas!
CORRECCIÓN: acabó de releer el reglamento de los Clubes de fumadores y, con la emoción, seguro, se me había pasado un tema importante: han de ser sociedades sin ánimo de lucro. No es tan fácil entonces el cambio, aunque sí posible. Amigos abogados, ayudad a vuestros amigos empresarios de hostelería a eludir esta ley y con ello un cierre seguro!
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