Cuentan que el Fuego Griego fue el arma más temida de la antiguedad. Capaz de destruir barcos por completo, ardía al contacto del agua salada provocando el pavor en los enemigos. Quizás por ello también fue el secreto mejor guardado de la antiguedad.
El fuego que en estos días nos llega desde Grecia también causa un miedo cerval, pero en este caso entre los navíos amigos. Miedo a que se extienda, como la nafta hacía que se extendiese la mezcla de Calínico. Por eso, algunos gobiernos, como el nuestro, se han apresurado a intentar sofocarlo de una manera muy curiosa: quemando sus propias naves.
España ha puesto su cuota de participación en el BCE a disposición de las arcas griegas. Un total de 3.600 millones que buscan, más que la estabilidad económica en Europa, dar confianza a posibles inversores que puedan adquirir nuestra deuda, la misma que paga los gastos sociales que mantienen al gobierno a una prudente distancia del Partido Popular.
Fuego griego que más se extiende cuanto más agua se le echa pero que, a este paso, no va a encontrar nada que quemar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario