No me puedo quitar de la cabeza esas suelas naranjas. Solo las suelas porque si recuerdo la imagen de su cuerpecito, de su cabeza, de la camiseta roja, de los pantaloncitos cortos... se me pone un nudo de sangre y lágrimas en la garganta. Aylan va a marcar un tiempo, un conflicto, una emergencia humanitaria que, tristemente, recordaremos por la identificación que hacemos, inevitable, del cadaver de un niño que nos recuerda "nuestros" niños. Como si Aylan no sea nuestro también.
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