(Artículo publicado originalmente el jueves, 11 de mayo de 2006)
Llevo mucho tiempo queriendo escribir este artículo. Casi el mismo tiempo que tarda en salir del semáforo de la Delegación del Gobierno el petardo que se coloca cada mañana delante mía. Cada día lleva diferente coche pero yo sé que es el mismo tipo. Estas líneas son más un grito, un desahogo que, al igual que el insulto mañanero al carmelo del Xantia, no espera más que aliviar el espíritu... y los nervios.
Badajoz es sin duda la Ciudad Internacional del Paseo en Coche. Una cosa es mantenerse dentro de la legalidad, incluso ser prudente... hasta en grado sumo, pero otra cosa muy distinta es la conducción de algunos elementos que ruedan por nuestras calles: constantemente en primera, que parece que les diera calambre la caja de cambios; sin poner los intermitentes, si ellos van despacio, no pasa ná; mirando para todos lados, buscando un sitio para aparcar. Que esa es otra.
En nuestra ciudad tenemos la costumbre de querer dejar el coche hasta en la puerta del servicio si es que vamos a mear. Y si no hay sitio en el pasillo lo dejamos en doble fila. Tenemos anchas avenidas que se ven menguadas hasta convertirse en sinuosas calles por la costumbre de una amplia mayoría de desaprensivos. Lo han tomado ya como un hábito e incluso si te encarás con ellos porque llevas dos horas veinticuatro minutos y cuarenta y nueve segundos tocando el claxon te ponen la mirada de perdonavidas y apartan el coche con una preteza todavía más pausada que su ritmo habitual de tortuga mareada.
De los municipales ni noticias. Debe ser que el señor boticario les ha dado orden de no aumentar la presión punitiva, que no le vayan a coger manía. Que hagan ya ese túnel, que se reasfalten y repinten las calles y que se desdoblen las carreteras. Que lo haga quien lo tenga que hacer. Pero que también se enseñe a los pacenses y visitantes a conducir en ciudad. Y si algunos no quieren aprender... que los multen!.
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